Las placas del transbordador espacial no asustan

En la década de 1960, la NASA estaba perfeccionando las placas térmicas que evitaban que el transbordador espacial se incendiara debido al abrasador calor generado cuando reingresaba a la atmósfera. Encontrar la fórmula correcta para las placas era un tanto complicado. Por lo general, los materiales resistentes tienen una alta densidad relativa; esto tiende a convertirlos en conductores térmicos, en vez de aislantes. Al reducir la densidad relativa de las placas y volverlas más porosas, se mejora el aislamiento térmico, pero puede aumentar su fragilidad y hacerlas más propensas a la abrasión. Y aquellos materiales densos que son buenos aislantes suelen ser susceptibles al choque térmico.

Finalmente, la NASA publicó un informe técnico que describía un material aislante de cerámica porosa que había inventado y que solucionaba estos problemas. Este material se curaba relativamente rápido a una temperatura aproximada de tan solo 200 ºF. Estaba compuesto en su mayor parte de ácido ortofosfórico (un compuesto utilizado en cementos dentales) e hidróxido de aluminio, que tiene un punto de fusión muy alto, junto con algunos metales y polvos de sílice, arcilla absorbente y un poco de fosfato de aluminio para brindar más resistencia.

Uno de los ingenieros de la NASA que trabajó en el perfeccionamiento de este material fue Ron Hunkeler. Hunkeler se jubiló de su trabajo en la NASA en 2001, luego de trabajar casi 40 años en el Centro de vuelo espacial Goddard. Falleció el año pasado a los 85 años.

Por desgracia, es más probable que los anales de la historia relacionen a Hunkeler con su extraña niñez, y no con su trabajo en las placas de protección térmica.  A los 14 años, los padres de Hunkeler lo obligaron a someterse a 20 exorcismos en el lapso de dos meses, supuestamente, con el fin de liberarlo de una influencia demoníaca. The Washington Post descubrió esta historia y la publicó. El autor William Peter Blatty se enteró del artículo del Post y consiguió un diario de los exorcismos que uno de los cuatro sacerdotes involucrados conservaba. Blatty se inspiró en este diario para escribir su novela más exitosa, El exorcista, que, en 1973 fue llevada al cine con el mismo nombre. Dicha película fue nominada a un premio Oscar a la Mejor película.

El artículo original del Post fue publicado en 1949, y no utilizó los nombres reales de Hunkeler y de su familia. Pero el artículo incluía ciertas pistas sobre sus identidades. Como es de imaginar, surgió mucha curiosidad sobre lo que realmente había sucedido durante los hechos reales que inspiraron a El exorcista.

Algunos periodistas se tomaron muy en serio la tarea de descubrir los hechos detrás del caso durante la década de 1990. Comenzaron a reunir las pistas obtenidas a partir de fechas de nacimiento, anuarios de secundaria y registros de iglesias. Mark Opsasnick, un investigador, escritor e historiador cultural residente en Washington D.C., localizó a personas que habitaron desde hace mucho tiempo en el pueblo en donde ocurrió el exorcismo. Opsasnick encontró a un residente que conocía a uno de los sacerdotes involucrados y que había hablado con él sobre lo que le había ocurrido a Hunkeler de niño. Según el sacerdote, el niño “poseído” finalmente se había graduado de la escuela secundaria y “había seguido adelante sin problemas”.

Los informes de los eventos reales ocurridos durante los exorcismos distan bastante de los eventos fantásticos reflejados en la película o el libro: no había camas que levitaban, nadie hablaba al revés en idiomas desconocidos y no había sopa de chícharos. De hecho, y leyendo entre líneas, uno podría llegar a la conclusión de que algunos de los sacerdotes involucrados habían comenzado a sospechar que el joven Hunkeler estaba engañándolos para poder faltar a la escuela. Se sabía que sufría intimidaciones por parte de algunos compañeros, y en realidad no quería regresar a clases.

Y algunas de las evidencias de fenómenos extraños reportados eran sospechosos: algunos testigos informaron haber visto arañazos que formaban palabras en la piel de Hunkeler, pero otros declararon que eran arañazos comunes y corrientes. Se especuló que los ruidos reportados provenientes de la habitación de Hunkeler podrían haber sido causados por un dispositivo mecánico; esta no es una posibilidad descabellada para un adolescente que eventualmente se convertiría en un ingeniero de primer nivel.

Fue Hunkeler mismo quien puso fin a toda la controversia sobre el exorcismo. Tal como lo relata el podcaster J. D. Sword, Hunkeler declaró estar libre del demonio luego de tener visiones de San Miguel en las que portaba una espada en llamas. Aparentemente, esta explicación fue más que suficiente para los sacerdotes.

Aunque los esfuerzos de investigación habían determinado la verdadera identidad de Hunkeler durante la década de 1990, quienes investigaron el asunto eligieron no revelar al mundo lo descubierto hasta después de su muerte. Los amigos más cercanos de Hunkeler comentaron que su conexión con El exorcista lo mortificaba. En una entrevista con el New York Post, una persona que había sido compañero de Hunkeler durante 29 años afirmó que al ingeniero siempre lo ponía nervioso que sus compañeros de la NASA llegaran a descubrir esta historia. Este compañero dijo que el mismo Hunkeler nunca creyó haber sido víctima de una posesión satánica y que evitaba la religión. “Él afirmaba que no había sido poseído, que todo había sido un invento”, explicó el compañero al Post. “Decía: ‘solo fui un niño travieso’.

Esto nos trae de vuelta a los planes recientes para crear una trilogía secuela de El exorcista, cuya primera película cuenta con una fecha de estreno programada para octubre de 2023. Un efusivo comentario sobre el proyecto, publicado en movieweb.com, señala: “Como fanático de la primera película, espero que Morgan Creek (productora cinematográfica) se mantenga fiel a la historia original”.

Si los productores de la secuela se apegan a la verdadera historia de Hunkeler, no tendrán mucho material para crear una película. Tal vez una historia más interesante sería relacionar cómo Hunkeler comenzó a trabajar con el cemento dental y terminó por crear las placas térmicas para el transbordador espacial. Pero es muy probable que solo los ingenieros vayan a ver esa película.

Acerca de este autor

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Lee Teschler is the Executive Editor of the Design World network of websites, online resources and print publications. Leland (Lee) Teschler worked at Penton Media for 37 years, starting in 1977 as a Staff Editor for Machine Design, and worked his way up to Chief Editor of the publication in 2006. Prior to that, he had been a communications engineer for the federal government. Teschler holds a B. S. in Engineering and a B. S. in Electrical Engineering from the University of Michigan, and an MBA from Cleveland State University.

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